Cuando me mudé a la península, una de las cosas que me tuve que plantear antes de iniciar este periplo era cómo iba a enfocar la pesca. Si había algo que me atraía era aquello que en mis Islas Canarias es tan escaso y difícil disfrutar: el agua dulce. Fue así como comenzó un camino en el que he descubierto una especie que me ha robado el corazón y ha provocado que me haya convertido en un auténtico admirador de su astucia, potencia y, sobretodo, increíbles colores. Hablamos de uno de los mayores tesoros del sur de nuestro país: “El Barbo Gitano”. 

El barbo gitano (Luciobarbus sclateri) es una especie de ciprínido, endémico del sur de la península ibérica,  caracterizado por una tonalidad amarilla-dorada que abarca toda su zona abdominal. Es quizás este rasgo tan característico, su tonalidad abdominal, lo que provocó de primeras que me fijase en él. Y es que aún recuerdo cuando por primera vez vi una foto de este animal, y no pude remediar soltar un… ¡Qué preciosidad!

Cuando llegué a Andalucía, sabía que estaba en la cuna de este animal, aunque desconocía totalmente cómo afrontar su pesca: sus hábitos alimenticios, las zonas donde suele habitar, los equipos que debía emplear para tantearlos, etc. Esto es algo que requiere su proceso que suele llevar muchos años en el caso de algunas especies. Sin embargo, mi suerte, fue acelerar este proceso gracias a mi amigo Luis Guerrero, gran pescador de mosca. 

Mi primera toma de contacto con esta especie se dio una lluviosa tarde de mayo en la que Luis y yo fuimos a buscar esta maravillosa especie. Empezaba un proceso de adaptación en mí, y es que la principal diferencia con la pesca en el mar seguramente radique en la necesidad de observar y localizar a tu contrincante. La vista jugaba un papel fundamental, teniendo que observar detenidamente las orillas en busca de sombras o destellos que remarcasen la presencia de estos animales. Pocos minutos después de comenzar esta jornada pude observar, por primera vez, a este animal mientras patrullaba con toda la calma habida y por haber, las orillas del embalse. La primera parte del proceso había ocurrido, localizar el pez, sin embargo, aún había dos apartados que necesitaba aprender: el sigilo y la puntería. 

Resulta sorprendente cómo en un ambiente dulce-acuícola, donde hay carencia de olas y ruido de fondo, cada paso que das cuenta. Una simple rama o una piedra que ruede mientras pisas, puede suponer que el pez detecte algo extraño y salga huyendo hacia la zona más profunda del embalse. Por si esto no fuese poco, también la puntería es un factor muy a tener en cuenta, ya que salvo en momentos puntuales de frenesí, estos ciprínidos no muestran una actividad predatoria como algunos depredadores del agua salada, teniendo el engaño que pasar muy cerca de ellos y en su campo de visión para conseguir un ataque.

pesca del barbo

Por tanto, tenemos 3 factores fundamentales en esta pesca: la localización de los peces, el sigilo y la puntería en el lance. Pues bien, ese primer día, todos fallaban en mí, y es que no daba una. Sin embargo, gracias a Luis pude conseguir mis primeros ejemplares en aquella fantástica tarde. Si tengo que quedarme con un momento de aquel atardecer, sin duda, fue el de mi primera picada a pez visto: un minnow de apenas 3 gr lanzado en diagonal a un pequeño bosque de arbustos sub-acuáticos, desde el cual sale un barbo patrullando para, acto seguido, acelerar y embocar mi minnow bajo nuestra atenta mirada. 

Esa escena, es uno de esos momentos que a un pescador no se le pueden olvidar, y no por ser el mayor pez de la historia, sino por lograr observar algo inédito para uno mismo. A partir de ese momento, mi admiración por esta especie se ha ido incrementando exponencialmente, y es que no solamente hablamos de un animal de colores increíbles sino de potencia sorprendente. Si me hubiesen dicho que un animal de agua dulce era capaz de ofrecer tal resistencia, creo me hubiese costado creerlo a priori, siendo su símil más próximo en el agua salada, seguramente, a la serviola. 

¿Pero cómo vas a comparar a la serviola con el barbo? ¿Estás loco? Pensará más de uno seguramente, pero es realmente lo más parecido que podemos encontrar. Cuando un barbo gitano agarra tu artificial, lo primero que sorprende es su primera arrancada que resulta casi imparable. En esta carrera, cualquier objeto cercano donde pueda romper será su objetivo, habiendo visto en primera persona cómo son capaces de meterse entre ramas, detrás de piedras o dirigirse a cortantes y sesgar nuestra línea con una facilidad pasmosa. Este afán por sesgar la línea no solo ocurre en la primera carrera, sino en cada ocasión donde estos peces arremeten y sacan hilo a nuestros carretes. Eso, sumado a que generalmente los encontraremos en zonas plagadas de obstáculos, hace que un porcentaje importante de los peces clavados acaben perdiéndose por este problema. 

barbo

Nos podría surgir entonces la idea de no dejarles correr, de cortar la carrera y aguantarlos. Una idea buena a priori, pero con el hándicap de que estos animales tienen otra peculiaridad, una facilidad pasmosa para abrir anzuelos y triples. Es algo que al principio me costaba comprender, cómo podían lograr abrir anzuelos y triples con una boca tan blandita, pero lo consiguen con creces. Es por ello, su potencia y astucia en la pelea, lo que provoca aún una mayor admiración hacia esta especie. Cuando tienes un barbo gitano al otro lado de tu equipo, disfrutas de un combate muy intenso (y divertido) donde debes mantener un perfecto equilibrio entre el freno de tu carrete y la potencia de tu adversario.

Respecto al equipo, es algo que va muy en el gusto personal de cada pescador, y es que como hemos mencionado el barbo gitano, por lo general, no posee un comportamiento depredador sublime. Sin embargo, son peces que dado el momento son capaces desde rechazar un minnow de 4 cm y asustarse con tan solo su presencia, hasta atacar uno minnow o un paseante de 15 cm como si se tratase de una lubina (siendo este último punto, personalmente, uno de mis aspectos favoritos de buscar barbos). Cuando lanzas un paseante o un popper, generalmente en la penumbra, y comienzas a ver cómo la superficie se deforma gracias a una ola espectacular que sigue tu artificial a menos de un palmo, empieza un juego adictivo de cambios de ritmos para intentar desencadenar una picada que cuando llega es realmente explosiva.

Pero volvamos al equipo, aunque hayan casos más extraños como el anteriormente mencionado, por lo general los barbos predarán sobre peces y larvas de reducido tamaño, lo cual nos permitirá reducir el tamaño de nuestros equipos, disfrutando al máximo de su combate. Cada uno deberá buscar ese equipo que le haga sentirse más cómodo y seguro a la hora de enfrentarse a estos formidables rivales. En mi caso, suelo usar una caña corta, entre 2.1 y 2.3 m, conjuntado con un carrete tamaño 2500 que me permita tener una buena reserva de hilo, ya que siempre he pensado que mejor que sobre un poco, a que falte. 

Con el paso de las jornadas fui acostumbrándome cada vez más a su pesca, y mejorando dentro de mis posibilidades en los 3 aspectos fundamentales que mencionamos anteriormente: localización, sigilo y puntería. Con cada jornada lograba ver un poquito mejor a los peces, acercarme a ellos haciendo un poquito menos de escándalo y lanzar dentro de su campo de visión con un poquito más de acierto. Sin embargo, había otro aspecto fundamental a tener en cuenta: la época del año.  Resulta sorprendente observar cómo, una misma especie, puede cambiar tanto sus hábitos si hablamos de junio y julio, por ejemplo, pasando en junio de devorar todo lo que se encuentra ante ella a rechazar casi todos tus engaños en julio. La pesca, como deporte, no deja nunca de ser un aprendizaje continuo, y con los barbos no es una excepción.

pesca del barbo

Aún soy un completo ignorante y principiante en este fascinante mundillo del barbo, pero quizás es ese hándicap el que más motivación me aporta para seguir aprendiendo cada día un poquito más. Al principio, como con todas las cosas nuevas que probamos, uno siente cierta sensación de inutilidad al verse como un completo inepto al iniciarse en una nueva andadura. Sin embargo, y a pesar de esta sensación, no hay que dejar de intentarlo, no tener miedo a preguntar a los que conocen en profundidad este tema y, sobre todo, no perder nunca esas ganas e ilusión por aprender. Con todo esto en la mano, el que esté leyendo ahora mismo estas líneas, tendrá todo lo necesario para atreverse a dar el paso e iniciarse en esta nueva aventura. ¡Ánimo!

Antonio Lebrancho