Aproximándose el cambio de estación de otoño a invierno, comienzan a bajar las temperaturas y aunque los peces disminuyen su actividad, es de mis momentos preferidos del año para salir a pescar. Llega la hora de ir en busca del barbo, mi gran debilidad.
Por el año 2009 me aventuré por primera vez a pescar este ciprínido ágil y esquivo por las maravillosas aguas de “las Lagunas de Ruidera”. Es un lugar mágico y sorprendente ubicado en Castilla-La Mancha. Fue declarado Parque Natural en el año 1979 y está formado por quince lagunas que constituyen el Alto Guadiana.
La belleza paisajística de este enclave junto a su valor natural, convierten a este Parque en un lugar inigualable. Todo un paraíso de aguas cristalinas.
Existen diversas especies de barbo que se distribuyen por toda la península. De las presentes en las Lagunas de Ruidera, la de mayor población y protagonista de este artículo, es el Barbo comizo. Su nombre científico es Barbus comizo (Steindachner, 1865) y se trata de un endemismo de la península ibérica, es decir, que se encuentra de manera exclusiva en España y Portugal; lo que hace que sea una especie única. El tamaño que puede llegar a alcanzar es impresionante.
No existen registros oficiales ya que se fomenta la captura y suelta de los peces, pero podríamos encontrar ejemplares de hasta 10 kilogramos. No obstante, en aguas de Ruidera hay excepciones de esta especie de barbo, que pueden llegar a pesar hasta los 15-17 kg. Esto es una de las características que hace de Ruidera un gran atractivo para los apasionados de la pesca.
Hay varias modalidades para la pesca del barbo. En mi caso, llevo años practicando un estilo de pesca deportiva que tiene origen en Inglaterra. “Carpfishing” utiliza técnicas con las que podemos capturar grandes ejemplares de carpa y que son aplicables también para la pesca del barbo. Al alimentarse de la misma forma, podemos pescar ambas especies de manera similar.
Ese miércoles, como siempre que me aventuro a disfrutar de este deporte, preparé todo el equipo al detalle y me puse en camino. No disponía de mucho tiempo así que, sin pensarlo demasiado, me instalé en un viejo lugar que ya conocía en la Laguna Colgada.
La pesca en estas aguas es verdaderamente complicada y se convierte a menudo en un “dolor de cabeza” para los pescadores. Ya no solo por la gran extensión de la laguna y lo dispersos que se encuentran los peces generalmente, sino por los obstáculos que nos encontramos como las diversas especies de algas que tapizan los fondos de la mayoría de las lagunas del Parque. Es uno de los objetivos en cuanto a la pesca nos referimos, localizar las zonas limpias (libres de algas) de la laguna para depositar el cebo en el fondo y que así no quede tapado o enterrado bajo las algas.
Normalmente, suelo pescar cerca de las orillas. Disfruto mucho de ese momento en el que a pocos metros de la superficie coloco el cebo y, a simple vista, puedo confirmar a través del agua cristalina cómo queda la presentación.
Honestamente, pienso que en mitad del otoño los peces se encuentran y alimentan a otras profundidades. Siendo ésta una de las claves de esta modalidad de pesca, busqué algún punto con más metros de profundidad donde intuía que podría localizar los peces.
A pesar de que abunda la comida natural (otro de los obstáculos) a disposición de los peces en estas aguas, como cangrejo de río, mejillón de río o gamba de agua dulce, fui generoso con el cebado ya que los peces en estos momentos se preparan para el invierno y se alimentan más.
Fue la segunda noche, fría y lluviosa cuando sonaba la campana y llegaban los resultados: un barbo comizo de 8,5 kg había picado.
Cuando pescamos a largas distancias llevar el pez hasta la orilla es una labor bastante complicada y más aún cuando tenemos dificultades por el camino como la gran densidad de algas que sirven de refugio para los peces y que nos puede costar perder la captura. La picada se produjo en torno a la 1 de la madrugada, tras acercar un poco el pez me monté en la barca y después de varios minutos de tensión y lucha, logré subir el pez a flote y liberándolo del mar de algas lo conseguí meter en la sacadera. La paciencia y cercanía con este lugar hicieron que cumpliera mi objetivo.
El “carpfishing” no solo es sacar peces a la orilla sino un puñado de recuerdos y experiencias inolvidables que hacen que de vuelta a casa solo pienses en la próxima salida.
Desde hace mucho tiempo, son varias las visitas que hago al Parque cada año. Siempre es diferente; nuevos atardeceres, paisajes, nuevas aventuras y experiencias que compartir con gran emoción.
Porque para mí, pescar, es una de las cosas que más me hace disfrutar de la vida y ser consciente de lo maravillosa que es la naturaleza.
Cualquier rincón está lleno de magia. “Si realmente amas la naturaleza, encontrarás la belleza en todas partes”, Vincent Van Gogh.
Álvaro Martín García, Ldo. Ciencias Ambientales