La pesca de ciprínidos con mosca es sencillamente espectacular. Es contundente, como también lo es la sensación que siente quien decide probar este tipo de pesca por primera vez.
No he conocido a nadie que haya capturado un ciprínido con sedal pesado por primera vez y no haya experimentado un vuelco en su concepto sobre la pesca. La combinación de rececho, delicadeza en lance y presentación, junto a la forma de pelear los peces, hace de esta disciplina una de las formas de pescar más apasionantes de las que podamos disfrutar.
En las próximas páginas nos daremos una vuelta por nuestro país con una caña de mosca en la mano en busca de ciprínidos. ¿Nos acompañas?
¿Por qué ciprínidos a mosca?
Si analizamos la orografía peninsular, descubrimos un ingente entramado de masas de agua accesibles para la pesca y habitadas en su mayoría por ciprínidos. La presencia de estos peces en España y Portugal es sencillamente abrumadora.
Barbos, carpas y un largo etcétera de especies se dispersan aquí y allá, dejándonos un sinfín de escenarios que permiten dar rienda suelta a nuestras más exigentes inquietudes. La pesca con mosca, antes centrada casi exclusivamente en la trucha, ha sufrido un proceso de democratización y ha pasado a ser el medio perfecto para acercarnos a peces que siempre han estado a nuestro alcance, aunque, eso sí, en un segundo plano.
El empeño y el empuje de unos pocos eruditos a lo largo de las últimas décadas ha hecho evolucionar esta modalidad, dando valor a carpas y barbos hasta convertirlos en peces de máximo interés. La idea de que los ciprínidos eran más sencillos de pescar que sus primos los salmónidos quedaba en evidencia.
La densidad de ejemplares por masa de agua hace que por pura estadística tengamos muchas opciones de localizarlos pero, que nadie se lleve a engaños, cuando carpas o barbos están intratables, al igual que pasaría con cualquier otra especie, poco o casi nada podemos hacer para engañarlos.
Pero ¿todos los ciprínidos son iguales?
Dentro de las especies que conforman esta familia de peces hay ciertas diferencias de comportamiento, tan significativas como determinantes a la hora de afrontar su pesca.
No es lo mismo pescar barbos que carpas, por centrarnos en las dos principales. Dentro de las diferencias que pueda haber entre ellas encontraremos una gran variedad de caracteres, dependientes del tipo de escenario. No es lo mismo pescar en embalse que hacerlo en río, ni tampoco intentarlo en invierno que en verano.
Entrando en materia…
Todo comienza al final del invierno, cuando estas especies deciden abandonar las zonas profundas de nuestros ríos y embalses para llevar poco a poco sus hábitos cerca de las orillas, donde su metabolismo se acelerará, desencadenando el desarrollo de su instinto reproductor que más tarde los llevará a las zonas de desove. En este momento es cuando los pescadores entramos en acción.
Es cuestión de caminar con sigilo por el escenario elegido para ir localizando peces. Unas gafas polarizadas son de vital importancia para anticiparnos lo máximo posible a las posturas sin ser descubiertos. Echarnos encima creyendo que no se van a percatar de nuestra presencia es un error común en el neófito. Mientras más lejos centremos nuestro objetivo más posibilidades de acierto tendremos. Carpas y barbos, además de otras especies, se reparten esta franja de orilla.
Dependiendo del escenario habrá más de lo uno que de lo otro y en consecuencia adaptaremos nuestra forma de afrontar la pesca a aquello que más nos interese.
Parecidos y diferentes
A pesar de que carpas y barbos comparten múltiples rasgos en sus costumbres y biología, la manera de afrontar la pesca de cada una de estas dos especies es ciertamente distinta.
La carpa compite por el mismo tipo de alimento que el barbo pero es un pez de carácter más estático y extremadamente desconfiado. Cuando una carpa se alimenta en la orilla se muestra más susceptible que el barbo. Cualquier vibración o movimiento que perciba bastarán para asustarla y la hará desestimar cualquier intento que hagamos por engañarla.
Una mosca mal presentada, el movimiento de nuestro brazo al lanzar o el roce de nuestro calzado con una pequeña piedra echarán por tierra la más mínima opción de éxito. Los barbos actúan de manera distinta. Son igual de desconfiados ante nuestra presencia pero una vibración en el agua, dentro de su radio de acción, será interpretada de un modo muy diferente a la carpa.
El barbo en este caso no sólo no se asusta, además puede acercarse para ver lo que ha sucedido y probablemente desencadenar un brusco ataque a nuestra imitación. No son dogmas que se cumpla por igual en todos los escenarios, ni mucho menos, pero por regla general serán comportamientos ciertamente característicos de ambas especies.
La carpa, fuerza y sutileza
Esta especie abarca todo un rango de dificultades a la hora de afrontar su pesca. Su captura con equipo de mosca es un divertido y sencillo ejercicio en algunas masas de agua. En lugares en los que la presencia humana es elevada una simple imitación de miga de pan presentada en superficie será más que suficiente para conseguir capturarlas.
En el otro lado de la balanza tenemos la pesca de estos maravillosos peces en su estado más salvaje. En este caso debemos afinar el ingenio y la habilidad para conseguir hacernos con algún buen ejemplar. Uno de los alicientes que presenta esta especie es el tamaño que puede llegar a alcanzar, superando la barrera de los diez kilos con facilidad. Podéis imaginar lo que supone clavar una de éstas con un equipo de mosca.
Las sacadas de línea que nos regalan estos peces son sencillamente espectaculares. Parecen no cansarse nunca. Es ese contraste entre la sutileza en la presentación y la picada con las peleas extenuantes lo que le confiere a la carpa un encanto especial. Además, la carpa varía sus hábitos de manera desconcertante de un lugar a otro. Es un pez con el que no se puede dar nada por hecho.
El barbo, ágil y valiente.
En normales circunstancias un barbo tolera mucho mejor una mala presentación de la imitación. La caída de la mosca cerca del pez es algo que conviene hacer en muchas ocasiones.
Como podéis imaginar esto es un inmenso aliciente para su pesca. Esa peculiaridad refleja un carácter mucho más inquieto y explosivo. La forma de desplazarse mientras busca alimento es mucho más dinámica, yendo de aquí a allá buscando algo que llevarse al estómago. Comida que podrá presentarse ante ellos de diferentes formas. Pueden entretenerse levantando y volteando piedras para dejar al descubierto los macroinvertebrados que viven debajo.
Igualmente suben a por algún desafortunado insecto volador que ha aterrizado en el lugar equivocado o les puede dar por remover compulsivamente el fondo lodoso en busca de larvas enterradas. El amplio abanico de posibilidades para poderlos engañar, unido a las espectaculares y rápidas carreras que desarrollan lo convierten en el pez rey de nuestras aguas. Seguramente algún truchero se me pueda enfadar a leer esta afirmación, pero hoy toca alabar las bendiciones de nuestros barbos.
Equipos adecuados
Como en todos los ámbitos de la pesca, definir un equipo perfecto para pescar estas dos especies sería algo deshonesto. El que se ajusta bien a una no le va tan bien a la otra.
Si para las carpas va bien un equipo del #7, para los barbos conviene reducir numeración, sirviéndonos mucho más uno del #6. Sin ser demasiado exigentes podríamos conformarnos con cualquiera de ellos para iniciarnos con ambas especies, pero desde luego no es lo ideal.
En cuanto a la acción en las cañas existen unas cualidades que deberían compartir: un puntero fino y sensible y una parte baja resistente. Lo primero nos ayudará a presentar en corto con precisión y delicadeza. Lo segundo hace que la caña aguante bien el empuje de unos peces que cuando se sienten clavados aprietan como pocos.
No son características que posean todas las cañas, así que equipos de acción media o media/punta podrían acercarse a esta idea, más aún si son de diez pies. No es una modalidad que nos lleve a estar dando lances sin descanso con lo que las de diez pies en aguas abiertas son muy cómodas y efectivas.
En cuanto a los carretes, aclaremos que deben ser con freno progresivo y eficiente. Las líneas flotantes de peso adelantado son las más adecuadas. No conviene que sean demasiado agresivas pues desvirtuarán las presentaciones delicadas y en corto. Los bajos de línea podrán ser cónicos o por secciones. Es cuestión de gustos, pero sí señalaremos que los tippets, siempre de fluorocarbono, ronden entre el 0.25 y el 0.35, según el tamaño de los peces, los obstáculos y la transparencia del agua.
Imitaciones
La variabilidad de alimento del que disponen estas especies es tan amplia que es difícil resumir en unos párrafos la idoneidad de unas imitaciones u otras, pero si tenemos que definir una imitación polivalente por excelencia sería sin duda la ninfa. Con ella podremos pescar tanto carpas como barbos. Así que una buena parte de nuestra caja de moscas debe estar reservada para estos pequeños engendros.
A medida que la temporada va evolucionando, las diferentes eclosiones de todo tipo de insectos harán que su alimentación se vaya adaptando, por lo que allá donde vayas a pescar ciprínidos a mosca llévate un buen arsenal de imitaciones de todo tipo de insectos, tanto terrestres como voladores.
Algo que esperamos los pescadores de mosca con ansia todas las temporadas es, sin duda, la eclosión de hormigas de ala. Es probablemente la eclosión más radical de todas. Cuando se produce, tanto carpas como barbos suben a la superficie de forma masiva. Si en un día de pesca tenemos la suerte de coincidir con este espectáculo, podemos estar seguros de que tendremos algunos de los mejores lances de la temporada.
Otra situación que genera un éxtasis en las orillas de ríos y embalses es la aparición de los alevines de las puestas primaverales de otras especies. En este caso serán más los barbos que las carpas los que darán buena cuenta de ellos. Pocas cosas emocionan tanto como presenciar el ataque de un buen barbo a un cardumen de alevines en medio palmo de agua y encima tener la oportunidad de presentarle una imitación en su radio de acción. ¡Una experiencia única!
Sacadera
La sacadera es la mejor aliada para ejercer una pesca sostenible. Acortar las peleas considerablemente es algo que, en el caso de las carpas, por ejemplo, es crucial. Estas locomotoras nos pueden tener decenas de minutos intentando hacernos con ellas pero con el uso de este útil artefacto la cosa cambia muchísimo.
Además de evitar roces con las piedras, que les pueden ocasionar lesiones, ayudará a mantener seguro al pez mientras lo manipulamos y desanzuelamos. Agarrar una carpa de diez kilos con una sola mano es muy poco recomendable. Terminaremos metiendo los dedos donde no se debe y causando daños al pez. Una sacadera debería acompañarnos siempre cuando pescamos ciprínidos con equipo de mosca.
Épocas
Sin duda, la primavera es la mejor estación para la pesca de ciprínidos, momento en el que se produce el despertar de la mayoría de las especies y además se preparan para su apareamiento. Luego, la llegada de los calores hace que la actividad disminuya o incluso en algunos lugares desaparezca.
Llega el otoño y hay un nuevo repunte. Los peces vuelven a ocupar las orillas, no tanto como en primavera, pero mucho más que en verano. Es un momento buenísimo para pescar.
Con la bajada definitiva de las temperaturas, la actividad de los barbos y las carpas se reubica en capas más profundas, lejos del alcance de nuestras cañas de mosca. Es cuando toca descansar y preparar los equipos para la siguiente temporada.
Con esta cronografía podemos planificar en cierto modo una temporada de pesca de ciprínidos, pero también existe un factor que conviene aclarar: no es lo mismo pescar barbos y carpas en Aragón que hacerlo en Andalucía. No descubrimos nada nuevo al decir que en la península hay un contraste climático muy significativo entre norte y sur. Lógicamente los ciclos biológicos de los peces se adelantan y terminan más tarde allá donde haga menos frío y viceversa. Mientras en la provincia de Cádiz podemos estar pescando barbos prácticamente todo el año, en zonas mucho más frías, en la meseta y lejos del valle del Guadalquivir, es inviable hacerlo. El sur en ese sentido es un auténtico paraíso.
Pequeños olvidados
Nos hemos centrado en la pesca de los ciprínidos más representativos, los barbos y las carpas, pero conviene dedicar unas palabras a otras especies de esta familia que también están ahí y representan un auténtico tesoro en la, cada vez más esquilmada, biodiversidad de nuestros sistemas acuáticos.
Bogas, cachuelos, calandinos, son un ejemplo de especies endémicas que habitan algunos de nuestros cursos de agua, cuyo valor deportivo es teóricamente muy limitado pero en cuanto al lugar que ocupan como elementos endémicos son indispensables.
La pesca de estos pequeños peces con equipos muy ligeros y sutiles es una auténtica delicia. Es tan fina y delicada que aporta unas sensaciones completamente diferentes a las que nos proporcionan sus hermanos mayores. Ninfas en anzuelos del #18 o pequeñas imitaciones de mosquito flotantes, lanzados con equipos de #2 o del #3 harán de este ejercicio una experiencia diferente a las demás.
Ni qué decir tiene que el captura y suelta es absolutamente imprescindible con estos peces, que necesitan de todo nuestro cuidado y respecto. Cuando nos acercamos a este tipo de especies tan desconocidos, que requieren de una pesca absolutamente minimalista, no sólo terminamos entendiendo su idiosincrasia, sino también su delicada situación y vulnerabilidad. Para hacer que estos animales sigan teniendo una oportunidad debemos implicarnos en su protección y para ello es imprescindible conocerlos y saber ubicarlos en nuestra extensa geografía.
Presente y futuro
La pesca a mosca de ciprínidos vive un momento dorado. Seguramente nunca hubo tantos aficionados a la captura de estas especies con este tipo de equipos. Eso es una buena noticia ya que la pesca con mosca tiene la peculiaridad de sensibilizar en gran medida a quien la práctica, con el consiguiente beneficio que ello conlleva para los peces y el medio en que viven.
Es necesario para contrarrestar mínimamente lo que está sucediendo en nuestros ríos y embalses. La constante aparición de nuevas especies alóctonas es una realidad que estrangula poco a poco a las especies endémicas de nuestra península ibérica, entre ellas algunos de nuestros ciprínidos endémicos. Es una realidad silenciosa que debemos reconocer y ante la que no podemos quedarnos de brazos cruzados.
La ambición por pescar especies exóticas en la puerta de casa es el peor cáncer para el equilibrio de nuestros ecosistemas acuáticos y para el futuro de la pesca. Traer una especie a un río o embalse sin tener en cuenta el impacto sobre las demás es un acto de una torpeza infinita, pero por desgracia repetido frecuentemente ante la mirada indiferente de la mayoría de miembros de nuestro colectivo. Somos muy cómplices de lo que está pasando…
Aunque puede que sea demasiado tarde, seamos sensibles a estas situaciones y evitemos en todo lo posible que esto siga sucediendo. Es necesario para la supervivencia de nuestros ciprínidos y su pesca.
Texto: Luis Guerrero
Fotografías: Luis Guerrero y Christian Rios