Guy es un gran pescador y un magnífico escritor francés que habla a la perfección nuestro idioma y con quién nos tomamos un café durante la Festa da Troita de A Pontenova. Un evento al que acude todos los años y donde le han otorgado uno de los mayores privilegios que puede obtener un pescador: “la trucha de oro”. Amable, con una mirada profunda, llena de conocimiento y experiencia, Guy respondió encantado a nuestro cuestionario.
¿Por qué la pesca?
Pues tenía un trabajo intelectual, tenía que salir, y entonces empecé a pescar porque tuve la suerte de estar en una ciudad con ríos trucheros alrededor, en el macizo central francés. Pero es más, en el pueblo de mi infancia había un riachuelo y con un amigo del pueblo íbamos a pescar bermejuelas, y pasábamos todo el día sin pescar nada, porque no teníamos anzuelos en condiciones. Fue entonces cuando empecé a fabricar mis propios anzuelos con un alambre. Cuando haces cosas así de joven, te queda este afán este hambre. Ya de profesor, reuní este uso adquirido en mi infancia con la necesidad de disfrutar de la naturaleza.

¿Qué es lo primero que recuerdas de la pesca?
De niño, pescar en el riachuelo de mi pueblo, Parisot en la Occitanie. No había mucha agua, pero nunca se secaba y era un río limpio, no se tiraba basura ni nada.
¿Cuál es tu modalidad de pesca preferida?
Sin lugar a duda la seca, la mosca seca, y he perdido muchas oportunidades de captura porque no me gustaba la pesca a ninfa. Yo he empezado pescando a cebo, en mi pueblo, Parisot y la pesca con un látigo a ninfa es muy parecida, tiras y acompañas, calculas la profundidad y eso no me gusta tanto como tirar una mosca seca, para que baje sin rayar la superficie, tirar por debajo de las ramas, esas cosas de habilidad si me han atraído siempre.
¿Cuál es tu anécdota más divertida?
Tengo un montón, sí… en Riaño, hay un pueblo que se llama Vegacerneja, allí el Río Orza está muy cerrado, todo túnel y túnel. Yo me metía en esos túneles y a punta de caña tiraba la seca. Y cierto año veo una trucha grande, encima de una raíz como ellas hacen siempre, vió un trocito de corteza naranja y se la comió y escupió. Con la emoción no sé cómo me las arreglé pero le tiré la mosca, ¡la espanté!
Un año después fui a ver si encontraba la trucha y le dije a mi hijo Felipe, vente porque si esa trucha está, va a estar más gorda y te voy a ayudar a encestarla y así fue. Cuando aparecí en el pozo estaba allí la trucha, la misma trucha un año después, y esta vez, sí la pesqué.
¿Tu lugar de pesca favorito?
Muchos. Hay una cosa que me gusta mucho de la pesca del Reo, por eso he pescado mucho en Asturias. También en otros sitios pero sobre todo mis ríos preferidos son El Cares, El Sella, El Narcea y, a partir del año 2000, El Eo. Yo vine a pescar el Eo y no había mucha gente, en A Pontenova no me conocía la gente, entraba en el bar a preguntar si podía pescar, porque no sabía si se podía o no, la gente me miraba medio raro… y ahora me saludan, creo que ya me han leído.

¿Un destino al que te gustaría ir?
Me queda mucha cosa, me queda, mucha cosa… un país en guerra, porque cuando hay guerra no hay pesca. Y yo me arriesgaría un poco a ir a Afganistán.
¿Algún ritual antes o después de pescar?
Sí, no sé cómo explicarte. Ahora con las muletas tengo mucho problema, hay un momento de concentración, porque la pesca es concentración, hay que concentrarse y elegir la técnica que se va a utilizar. Incluso a mosca seca voy a pescar de distinta manera, puedo pescar subiendo o pescar bajando, tenía un tramo en Argentina, donde dejaba el bote, cruzaba y subía andando para pescar ese tramo bajando y mandaba las moscas que alguna vez se cortaban porque es muy cortante esta técnica de pesca. Si te atacan fuerte tu clavas fuerte y ya está, se rompe todo. Entonces hay que concentrarse bien, elegir el tramo, saber si es posible, elegir la manera de pescarlo y tener fe. Si vas pensando “no voy a pescar nada”, no pescarás nada, hay que tener fe, es una religión esto de la pesca.