Como cada año, y pasadas las fechas de viajes, visitas familiares, relax y diversión que van de la mano con las fechas veraniegas, se nos plantea un debate algo polémico a los que amamos la pesca con señuelos artificiales.
Hablo cómo no, de la pesca de los DORADOS o LLAMPUGAS (Coryphaena hippurus ), peces que con su librea espectacular azul eléctrico, la anatomía que poseen con una aleta dorsal que se extiende desde encima del ojo hasta casi la aleta caudal, y “las peleas y batallas” tan increíbles que ofrecen hacen que ir a dar con ellos sea más una odisea en las rocas que el hecho de poder clavar uno de estos preciosos peces.
Capturar un dorado no tiene ciencia ni complicación ninguna pues son peces extremadamente agresivos debido a que se mueven en grandes bancos normalmente y la competencia por la comida es brutal. Esto hace que cualquier señuelo que les pase por delante lo vean como una presa potencial y, rara vez, dudan si atacar o no nuestro señuelo.
La clave real, por lo menos en mis zonas, es el spot donde ir a encontrarnos con estos pelágicos, y es ahí, aunque parezca increíble, donde está la verdadera pelea. Se pueden capturar prácticamente por toda la costa pero, evidentemente, hay zonas donde son más propicios dar con ejemplares realmente grandes que pueden llegar a sobrepasar los 15kg y es en estos spots donde surge la polémica.
Todos querríamos tener en el final de nuestra línea uno de éstos enganchado viendo sus saltos acrobáticos y notando las embestidas en nuestra caña como si de un caballo desbocado se tratara y escuchando el freno de nuestro carrete trabajar con todos y cada uno de sus engranajes al límite.
Pero no, no es tan bonito todo como ir con tu equipo, tus señuelos, tu cámara de acción deportiva y la ilusión de poder sentir la adrenalina y la emoción de batallar con ellos porque en muchas ocasiones estas zonas están “reservadas” para unos pocos privilegiados que pueden visitar estos pesqueros sin ningún problema, pescadores locales que no ven bien que otros vengan a pescar lo que ellos llevan esperando todo el año.
Peleas, amenazas, rotura de cristales a los vehículos, pinchazos en las ruedas, trampas en los accesos a los spots… Todas estas acciones son realizadas en la época en la que no se habla de otro tema en las islas que no sea de los DORADOS y es que estos peces traen consigo una locura colectiva que hace que clavar uno sea más importante que la seguridad de las personas.
No entra en mi cabeza ese pensamiento pues concibo la pesca como una pasión, un hobbie, un modo de vida… y este tipo de acciones me decepcionan muchísimo.
Puedo llegar a entender la frustración que siente un pescador local al ver cómo vienen otros pescadores de distintas partes de las islas y consiguen capturar eso que llevan horas y horas de espera, o incluso el fastidio por error o falta de experiencia de algún pescador novel que pierda su captura y provoque la huida de todo el banco de llampugas, pero lo que no logro entender es faltar al respeto entre compañeros y, mucho menos, poner en riesgo la seguridad de alguno de ellos. Concibo esta pesca como un modo de vida donde todo lo que no sea buen rollo, aprendizaje, enseñanza y, sobre todo, compañerismo no entra en mi cabeza.
Siempre es de agradecer ese buen consejo o esa experiencia previa de alguna anécdota que haya vivido algún “compi» de pesca que nos ayude en ese momento en el que nos vemos apurados con alguna captura más combativa de lo normal.
En definitiva, todos deberíamos dejar nuestras rencillas y rivalidades a un lado porque, al fin y al cabo, la pesca de esta especie no es más que estar en el sitio adecuado en el momento adecuado.
Bastante riesgo corremos ya en los spots como para estar poniéndonos en peligro entre compañeros. Cuando se acaba la jornada todos volvemos a casa donde tenemos a nuestros hijos, padres, mujer, incluso, mascotas que nos necesitan y nosotros a ellos.
Practiquemos una pesca responsable en todos los sentidos. Disfrutemos de ella, del ambiente y de los compañeros.
Kevin Santana