Con la llegada del otoño, llegan las primeras lluvias, las aguas comienzan a enfriarse y nuestras costas, las canarias, empiezan a recibir la visita de unos pelágicos increíbles, los Mahi Mahi. Comúnmente conocidos por, Dorados o Llampugas, estos peces, ofrecen uno de los más espectaculares combates que podemos disfrutar en la pesca. Tanto es así, que todo aquel que consigue capturar uno de estos peces, queda enganchado a su pesca de por vida. Y no solo eso, sino que con el relato de su experiencia conseguirá enganchar a un par de amigos para que le acompañen en la siguiente temporada.
Y es aquí, donde comienzan los problemas. Cada año es mayor el número de personas que acude a los spots de pesca, cada vez más masificados, resultando en ocasiones imposible encontrar sitio desde donde poder lanzar nuestros señuelos. Habrá días que, no nos quedará más remedio, que acudir al spot de pesca el día anterior y hacer noche, para poder asegurarnos un sitio donde poder pescar al día siguiente. Por ejemplo, los fines de semana. Esto hace que comencemos la jornada de pesca, sin dormir bien y condiciones físicas lejos del cien por cien. Por lo que muchos pescadores, abandonan a mitad de la jornada si los dorados no se han dejado ver. Somos solo unos pocos los que aguantamos toda la jornada lanzando, sin dar con ellos, haciendo una media de 600 lances en una jornada de pesca de diez horas.
Y así una jornada y otra y otra, hasta que, de repente, un día, al final de nuestra línea, vemos unas crestas azules rompiendo el agua y persiguiendo nuestros señuelos. ¡Boom! Comienza el espectáculo.
Violentos ataques, carreras, saltos y cabriolas que pondrán a prueba nuestra pericia y la resistencia de nuestro equipo. Esquivar y no cruzar las líneas con nuestros compañeros (jamás ir a pescar solo), es esencial, para evitar perder nuestra captura, al igual que el compañerismo en el spot de pesca, ayudándose unos a otros para conseguir poner en tierra nuestra ansiada captura. Es ahí, en ese momento, cuando todo nuestro esfuerzo se ve recompensado.
Todos los años veo pescadores de todo tipo en la época de los dorados. Gente joven que va por primera vez, con equipos de spinning ligero, cañas finas de baja acción, carretes con poco freno y diámetros de línea muy finos. Normalmente, son los primeros en perder las capturas y aprenden, que para ir a pescar dorados, hay que ir bien preparados. Pescamos en zonas de rocas afiladas como cuchillas, que cortaran nuestra línea solo con rozarlas, por lo que será indispensable controlar nuestra captura en todo momento.
Están también, esos pescadores más tradicionales que, con sus grandes cañas de pesca al vivo, comparten jornadas de pesca junto a los aficionados al spinning. Es verdad que, en ocasiones, esas boyas a la deriva nos impedirán realizar buenos lances, pero… hablando se entiende la gente y el mar es de todos, todos tenemos derecho a pescar. Por lo general, estas personas suelen conocer muy bien el lugar y siempre aprenderemos algo bueno de ellos.
Podemos también encontrar, al que yo llamo, pescador de revista. Ese aficionado que va equipado con la ropa de marca más llamativa y más cara posible, los últimos carretes de alta gama, las cañas con los mejores componentes de última generación, etc . Súper preparados pero, en cuanto echan cincuenta lances y les da un poco el sol, los ves debajo de una sombra actualizando sus perfiles de Instagram o Tik Tok. Pescadores que persiguen más una foto con un dorado que vivir la experiencia de luchar con uno de estos pelágicos.
La inmensa mayoría de pescadores que acuden a los dorados son pescadores de spinning, asiduos a la cita año tras año. Dentro de este grupo podemos encontrar de todo. Desde pescadores que van con equipos compensados a otros que van preparados con equipos sobredimensionados, líneas que parecen sogas y señuelos repletos de anzuelos por todos lados. Estos últimos, más que pescar, remolcan pescado a la orilla, no permitiendo a las capturas en ocasiones, ni sacar un metro de línea de sus robustos carretes.
Pescadores de todo tipo pero, hay algo común en todos ellos en esta fecha, el compañerismo, el ayudar al otro a poder conseguir una captura remolcando el dorado a tierra. Son muchas las ocasiones en que uno, pierde su captura y enseguida, corre raudo y veloz hacia el bichero para ayudar al compañero que está clavado con uno de estos peces. No hay nada mejor que celebrar una captura pero se vive casi con la misma ilusión ayudar a un compañero a conseguir la suya.
Por suerte, en Canarias se pescan dorados con tamaños impresionantes que son la envidia de pescadores de todo el mundo. En pocos lugares se pueden capturar, desde costa, ejemplares que, en ocasiones, superan los veinticinco kilogramos de peso. Pero es una pesca dura, muy dura y requiere de mucho esfuerzo, constancia y un buen material.
Hay que utilizar equipos potentes y mover señuelos pesados de hasta cien gramos e incluso más. Estar dispuesto a aguantar sobre las rocas horas y horas lanzando, haga calor o frio, nos queme el sol o nos moje la lluvia porque, justo el momento en el que no tengamos nuestro señuelo en el agua, podrían ser ése en el que estos peces pasen por nuestro spot. Perdiendo una de las pocas posibilidades que vamos a tener de tratar de lanzarles nuestro señuelo y conseguir que lo ataquen.
Pero no todos los días son malos. En ocasiones, podemos tener varias entradas de dorados a lo largo del día. Teniendo así más oportunidades de capturarlos. Si tenéis esa suerte, sin dudarlo, os aseguro que será una de vuestras mejores experiencias de pesca.
En el momento que escribo estas líneas, llevo más de quince jornadas de pesca en las cuales los he visto tres veces y solo en una de ellas conseguí clavar un buen ejemplar que, tras 20 minutos de lucha, acabó soltándose.
Mucho, mucho esfuerzo y poco recompensado, aun así, mañana a las 6 de la mañana cuando suene el despertador, me despertaré con las mismas ganas y la misma ilusión de todos los días, de conseguir capturar un gran dorado.
Mucha suerte y buena pesca.
Texto: Daniel Cerezal