Opinión: Algoritmos o felicidad, tú decides

Te montas en el metro o en el autobús y tienes unos minutos de descanso. Sin pensarlo, con un gesto inconsciente, levantamos la mano con la que sujetamos el móvil y allá vamos. Un inocente vistazo al Whatsapp, una ojeada fugaz al Facebook o al “Insta”. Vamos llegando a nuestro destino. Nos guardamos el móvil en el bolsillo y volvemos al mundo real. Ahora vamos caminando y una vibración en el móvil nos dice que “Tienes una nueva notificación pendiente de revisar”.

El mundo virtual nos reclama irremediablemente: un nuevo mensaje en nuestro grupo de Whatsapp de pesca, una nueva publicación de nuestro “amigo” de Facebook que ha subido la foto de un nuevo pez. Quizá en ese momento no podemos mirar el móvil, pero esperamos con ansiedad el instante en el que volvamos a sacar del bolsillo nuestro teléfono para ver quién y qué se ha publicado esta vez.

 Ya lo sé, es una descripción un tanto exagerada, pero seamos sinceros: ¿Cuántas veces al día entramos en las redes para estar al tanto de lo que se cuece en el mundo virtual? ¿Somos realmente conscientes del bombardeo de información, muchas veces prescindible, al que nos auto sometemos?

La vida sigue, nuestro día de pesca se acerca y casi sin darnos cuenta llevamos ya una carga de estímulos ajenos que, probablemente, terminarán condicionando de alguna manera la forma de disfrutar de nuestra afición. Aquella actividad que se supone que nos debe llevar al esparcimiento o a la relajación, se ha convertido en muchos casos en un “tener que dar la talla” para aportar algo con suficiente repercusión a este monstruo que hemos creado entre todos a través de las redes sociales.

¿Qué tanto por ciento de los pescadores activos en redes seguirían practicando esta afición si no existieran Whatsapp, Facebook o Instagram? Hace tiempo me hice esta pregunta. Su respuesta me ha ayudado a entender más objetivamente este fenómeno tan peculiar y a veces insano que estamos viviendo.

Creo sinceramente que sin la influencia de las redes sociales muchos de nosotros viviríamos la pesca a otro ritmo, incluso he llegado a sentir que alguno que otro dejaría a corto plazo esta afición. Cada uno que haga lo que le dé la gana, solo faltaría, y que cada cual viva las cosas como más le apetezca, pero dar una vuelta a este tema, relativizando aquello que nos llega a través de las redes, es un sanísimo ejercicio que nos permitirá disfrutar, e incluso redescubrir, nuestra personal forma de vivir la pesca.

Conozco casos en los que la ansiedad generada por lo que vemos a través de la pantalla de nuestro móvil lleva al fracaso más estrepitoso y esto no tiene nada que ver con capturar más o menos peces. Desde mi punto de vista, no definir nuestra propia forma de pescar es el peor de los fracasos. Vivir la pesca como nos la cuentan los demás, sin terminar de encontrar nuestro propio camino, es la mayor de las derrotas.

Si estás tan atento de lo que pesca un “amigo” de Facebook como de lo que haces tú mismo, es el momento de plantearte un descanso en las redes. Ponte ante el espejo y pregúntate qué es lo que te apetece hacer dentro de tus posibilidades. Trabaja en esa línea, ubícate y disfruta de lo que la pesca te ofrece a ti y a nadie más. Vive TU pesca. Igual no es tan espectacular ni aparentemente fascinante como la que nos gustaría mostrar al mundo, pero es la tuya, la que tú puedes y debes disfrutar. Aprovecha tu oportunidad de ser más feliz pescando, a tu manera, a tu ritmo. Los algoritmos informáticos serán implacables contigo, no te quepa duda, pero ten claro que éstos no buscan tu felicidad.

Luis Guerrero